Escenas escolares en primera persona
Reflexionar y rememorar mi propia trayectoria escolar es algo que hasta esta propuesta no había comenzado a repensar. Es más, este escrito ya lleva varios tachar y volver a empezar cuando uno considera que es sencillo hablar sobre algo que ya vivió. Cuesta escribir sobre procesos históricos que sucedieron durante un marco temporal y espacial específico, pero mucho más cuesta escribir sobre nosotros mismos. Pero sin más, trataré de no ser muy extensa en esta reconstrucción de mi biografía escolar.
Comencemos con el nivel primario, que me gustaría llamar como el momento de las escuelas primarias. ¿Por qué en plural? Cuando estaba finalizando el jardín de infantes, la intención de mis padres era que ingresará en una escuela de carácter privado por varios factores: el principal era “porque no hacían tantos paros”. Pensando esta idea, hoy sería motivo de una gran discusión porque actualmente no coincidimos con este discurso pero como diría mi abuela “eran otros tiempos”. No sé qué tan alejados de los actuales, pero no quisiera entrar mucho en este rollo. Esta intención, sin embargo, no se pudo cumplir por lo que ingresé al 1° grado de la Escuela Primaria N°1 de Ensenada, de la cual mi mamá fue ex-alumna y de carácter público. De la misma no recuerdo mucho, debo ser sincera, pero lo primero que se me vino a la cabeza cuando me puse a reflexionar sobre la misma fue el grupo de amigos y amigas que había formado. No tengo relación actualmente, aunque a algunas las vea en alguna oportunidad pero pensando en esas huellas que nos quedan en nosotros puedo describir un espacio de amistad sincero, diferente al que viví años después y que volví a sentir recién cuando ingresé en la facultad. De mi maestra y de otros miembros adultos de la escuela no se me vienen a la cabeza, pero sé que los actos escolares eran tradicionales y que cada curso tenía designado una efeméride para “actuar”. En mi primer grado recuerdo que nos tocó el 25 de mayo y yo era la vendedora ambulante que vendía empanadas, nunca fuí, ni acá ni en mi otra escuela, dama antigua (aunque debo admitir que quería serlo).
Durante ese 1°grado no obstante, mis padres no dejaron de lado sus anteriores deseos por lo que después de mucho insistir me llamaron para rendir la evaluación para ingresar al colegio que ellos habían querido: el ICSJ, de la ciudad de B. Colegio religioso y que por testimonios de padres de ex-alumnos sabían que “se enseñaba bien y era estricto”. Rendir el examen de ingreso no fue difícil, mi mamá y mi papá sabían que yo tenía el lugar asegurado aunque tenían temor por mi hermana menor quién ingresaba en 1° grado y su desempeño siempre fue “un tanto despistado”. Así, entramos ambas al año siguiente.
En este nuevo colegio la experiencia fue distinta, debía hacer nuevos amigos/as, conocer nuevos maestros/as y acatar nuevas reglas (aunque no es que niegue que en la otra escuela había reglas que respetar). No usaba uniforme, sino que hasta que finalice el nivel secundario las chicas debíamos usar guardapolvo blanco. Remarco que “las chicas” porque servía para “no mostrar nuestros cuerpos” y también porque los varones podían ir de remera y un pantalón “acorde”.
Durante toda la primaria tuve diferentes maestras, algunas más “buenas” que otras. No sé si podría llamarlas tradicionales como describe Alliaud porque no recuerdo su forma de enseñanza, pero a mi dentro de todo me iba bien. Los actos escolares eran del mismo estilo que en el anterior colegio, y cuando me tocaba actuar tenía papeles secundarios o no participaba. Siempre me vi como una persona muy introvertida y ese tipo de exposición me daba y me da mucha vergüenza. Mi grupo de amigas era acotado y generalmente las veía sólo en la escuela porque al vivir lejos (me llevaba 15 minutos en auto y 45 minutos cuando iba en micro ir hasta Berisso) iba pocas veces a jugar después de la escuela.
Otro tema que puedo mencionar de esta etapa y que ha sido motivo de controversia entre mi yo con 10/11 años y mis padres fue el tema “bandera”. Sobre todo para mi papá, que tuvo que venir a trabajar a los 14 años a La Plata y no pudo terminar el secundario, era muy importante que yo formara parte al finalizar la escuela primaria del cuerpo de abanderados. Deseo que no pude cumplirle, y de lo cual en ese momento no me perdoné. Actualmente lo pienso y considero que es una presión que me marcó hasta hoy en día, pero que después de mucho trabajo interno no es algo por lo cual deba uno estresarse aunque obviamente lo que más quiero es que mis padres estén orgullosos de quien soy.
Lejos de todo esto, que suena “trágico” pero podemos ubicarlo como anécdota, creo que es un punto importante en esta biografía porque se comienza a construir el puente entre el nivel primario y secundario. Puente que va acompañado de una cualidad, o mejor dicho defecto que tengo hasta la actualidad, la autoexigencia. ¡Qué combinación! Si un niño o niña de 11/12 años pudiera leer esto le diría que se aleje de esta palabra compuesta. Sé que todos y todas somos autoexigentes en muchos aspectos de nuestra vida, pero reflexionando sobre mi propia trayectoria escolar considero que es la peor mochila que estoy cargando.
Pasando a la escuela secundaria, la institución siguió siendo la misma y compartí mi adolescencia con el mismo grupo de compañeros y compañeras, aunque algunos “quedaron en el camino” y otros nuevos se sumaron. Sin embargo, podría resumir mi relación como alejada y que hoy no elegiría. ¿Por qué? Creo que la importancia de la escuela no es sólo que aprendamos, sino también construir lazos. Pero en mi escuela, falto lo último. Lejos de encontrar la “discriminación por clase”, puedo detectar la falta de saber y tener en nosotros (me incluyo) empatía por el otro/a.
Con respecto a mi yo como estudiante, podría clasificarme dentro de lo que se conoce una “buena alumna”: respetuosa, cumplidora, con buenas notas, etc. Sin embargo, dentro de ese buena alumna me faltó algo que aprendí recién en la facultad y que aún me encuentro aprendiendo: formar mi propia idea, argumentando, criticando y fundamentando el por qué pienso de tal manera. No creo que eso sea por la forma de enseñanza de la escuela solamente, sino que es parte de la combinación de varios factores que no supe explotar una vez que terminé el secundario.
En cuanto a los profesores recuerdo muy pocos. No podría decir que alguno o alguna de ellos me marcó en el camino que elegí luego pero recuerdo algunas particularidades que personalmente en el aula no ejercería, aunque me sirven a mi hoy como futura docente para mejorar y tratar de posicionarme desde una perspectiva en que me vea no sólo como la profesora a cargo, sino también desde una visión desde el estudiante. Pero en fin, se me viene a la mente el uso del manual en diferentes materias, no leíamos artículos de distintos autores como en la facultad como tampoco comenzamos a “investigar” hasta los últimos 2 años. La parte de investigar era la que más me gustaba porque me parecía interesante la idea de buscar, sobre todo en internet. Creo que en ese momento no éramos tan dependientes de la computadora como ahora, más que nada porque las redes sociales aparecieron recién cuando tenía 15 años aproximadamente. No obstante, puede que hayan existido desde antes pero en mi casa eran muy estrictos al respecto.
Por otro lado, de todos los profesores que tuve recuerdo a la profesora de Biología (siento olvidarme su apellido o nombre) quien tuve en mi último año y fue una de las pocas que vino a decirme personalmente que era buena brindando exposiciones orales, y sentí como un mimo porque el hablar en público es como mi talón de aquiles. Y también me atrevo a mencionar a una profesora muy particular que tuve en Historia, que no creo que me haya llevado a elegir la carrera, pero que me parecen hoy en día interesante el modo de enseñanza que tenia aunque creo que desde la institución no lo tendrían que haber permitido: las chicas debiamos atarnos el pelo, pararnos para hablar y además, su materia debía tener una carpeta exclusiva con papel de lunares y un lazo con cinta en el medio donde anotabamos preguntas que se auto respondian al leer el manual (el cual tardabas 1 mes o más para leer un tema). Podemos tomar esto como una anécdota pero ¡que locura todo eso!
Con respecto a los actos escolares, recuerdo que no teníamos muchos aunque sí muchas misas. Lo más alusivo para mi era el cuerpo de abanderados porque esperaba “llegar ahí” después de la experiencia de la primaria. Y lo hice. No fui abanderada pero fui 1° escolta de la Bandera Nacional. Papá orgulloso obviamente, pero si tengo que centrarme en mí diría que no me dejó nada significativo sino que acrecentó la mochila de defectos.
Empero, saliendo de este tema, la otra cuestión que me atravesó hacia los últimos años del secundario fue el ¿qué voy a estudiar? Pregunta que estuvo atravesada por tantos idas y vueltas, pero que su respuesta me llevó a uno de los mejores caminos que pude haber tomado. En sí, desde muy chica tuve la posibilidad de formarme en otro idioma, que es el inglés. Primero “obligada”, pero luego por gusto fue aprendiendo este idioma. Y el que me vaya tan bien, y sobretodo porque compartía con un grupo de docentes y compañeros super amenos (distinto al colegio) había considerado estudiar el traductorado en lengua inglesa. Pero, al llegar mi último año mi yo interno percibió que estaba trasluciendo los deseos de mis padres nuevamente pero ahora en mi futuro, así que desistí de la idea y también abandoné el instituto. Por otro lado, una de las materias que más me gustaba era química no sólo porque era buena en la misma, sino porque veía que era diferente y no tenía que aplicar mi método de estudio de memoria. Sin embargo, no terminó de convencerme.
Pero, ¿cómo llegué a estudiar Historia? Reflexionando al respecto no puedo establecer un punto cero de esta opción, aunque debo admitir que en un momento la historia acontecimental fue un ingrediente en esta decisión. Sólo puedo decir que hasta ahora no me arrepiento de este camino, y es más, antes de comenzar la facultad se me viene el recuerdo de una Giuliana de 17/18 años buscando charlas, qué actividades realizaban, etc. En mi memoria está la expo-universidad y también la charla de Estudiá en Humanidades, en la que con profesores que actualmente están participando en algunas cátedras y en ese momento tal vez eran estudiantes, vimos un cuadro super atrapante y que me recordó en ese momento a los colores de la Revolución Francesa. Escribiendo esto lo busqué y es “La balsa de la medusa” de Théodore Géricault.
En fin, luego de esto decidí finalmente anotarme en Historia aunque en la licenciatura porque “ser docente no era lo mío sobretodo porque no podría llevarme con adolescentes” aunque lo paradójico es que yo era una.
¿Cuándo me decidí por el profesorado? Por cuestiones personales y frente a una necesidad de trabajar, opté por la oportunidad de dar clases, aunque de inglés, en el nivel secundario de diferentes escuelas de Ensenada y ahí supe que ese era mi camino. No obstante, también creo que mi propia vivencia familiar me llevó a ello porque olvidé mencionar que mi trayecto por la secundaria estuvo marcado por la vuelta a estudiar de mi mamá. Ella me tuvo muy joven a mi hermana y a mi, y aunque había comenzado a estudiar analista de sistema cuando terminó el secundario decidió dejar para “criarnos”. Una vez que ambas ya estábamos en el secundario optó por empezar a estudiar el Profesorado en Nivel Primario y creo que eso me llevó mucho a elegir la docencia. Recuerdo buscar recursos didácticos en internet y revistas, ayudarla a escribir planificaciones, explicarle algunos temas que yo había visto en la escuela y que ella debía aprender, como también se me viene la imagen de la primera vez que desaprobó un final y no quería decirnos porque es estricta igual que yo. Y sí, escribiendo esto me doy cuenta la felicidad y la frustración a la que como docentes y estudiantes nos vemos expuestos, pero que no me arrepiento de haberlo elegido como mi camino porque hoy veo en mi mamá una chispa que no tenía antes de ejercer la docencia, una chispa que interpreto como vocación y amor a lo que hace, que es enseñar. Y que hoy anhelo para mi.
Otro “capítulo” y que voy a continuar escribiendo durante este año y los que vendrán es el de la etapa de comenzar la facultad pero a la vez otra carrera. Sí, me terminé anotando en dos carreras distintas. Antes de finalizar la secundaria, mi mamá me propuso (creo que tenía miedo de que no me gustará Historia, y creo que yo también lo tenía aunque no lo expresaba) anotarme con ella en Bibliotecología, que se dicta de manera semipresencial en el ISFDyT n°8. Como me gusta hacer muchas cosas a la vez (aunque a veces colapso) dije que sí. Ambas cursamos el primer año juntas y en el segundo nos separamos porque ella al ser docente podía seguir hacia Bibliotecario de Instituciones Educativas mientras que yo debía seguir había Bibliotecología que tenía un año más de cursada. Debo admitir que fue todo un desafío porque terminé amando también este rumbo, del cual creo que disfruté mucho más en mi último año y puedo rescatar el compartir con compañeros/as que eran todos muchos más grandes que yo pero me supieron enseñar muchas cuestiones no sólo en relación al estudio sino también a la vida. Y también muchos profesores que hasta hoy en día me siguen incentivando a seguir en el ámbito. De todos ellos quisiera destacar a AA, que fue mi profesora el último año de la carrera y me incentivó desde que me recibí a que algún día ejerza la docencia en la rama de la Bibliotecología. Hace muy poco pude hacer realidad ese deseo…
Y la última cuestión que me gustaría abordar es mi comienzo en la facultad y lo feliz que me pone pensar en ello. En un principio fue tan difícil. En mi mundo no existía la empatía, la cuestión de género, las asambleas o las agrupaciones. Pero para no extenderme tanto, podría resumir que elegir Historia, la docencia y la facultad de Humanidades me llevó a ver la sociedad desde otra perspectiva, a pesar de que algunos defectos de chica perduren en mi. Una perspectiva no tan cerrada, y que me habilitó a ir construyendo un posicionamiento distinto sobre mis ideas y sobre mi misma aunque como la finalización “-endo” lo dice, aún no terminó. De muchos profesores aprendí no sólo contenidos, sino también a formarme como sujeto social. Y de mis compañeros y compañeras mucho más. Tantas experiencias hoy seguimos compartiendo a pesar de la virtualidad que no puedo arrepentirme de nada, aunque no niego que como dice el audio de Pina extraño la pasada de las agrupaciones en las aulas, los mates en rondas interminables, el pan relleno para el almuerzo, las pausas entre cursadas, y mucho más...
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